
Lecturas
Momo

Si hay un libro que hable sobre cómo gestionamos el tiempo los seres humanos ese es MOMO. Libro escrito por Michael Ende y publicado por primera vez en 1973. Han pasado 50 años y sin embargo su mensaje no ha perdido ni un ápice de contemporaneidad.
El título en alemán desvela de qué trata el libro: "Momo, o la extraña historia de los ladrones de tiempo y de la niña que devolvió el tiempo a los hombres".
Sin querer desvelar mucho relataré que Momo es una niña de 12 años que es capaz de apreciar cada momento del día sin prisa. Le gusta escuchar, que le cuenten historias y sobre todo compartir su tiempo con sus amigos. Viendo cómo el tiempo devora literalmente a los hombres con tareas, obligaciones y siempre haciendo todo con prisas, Momo ayudará a sus amigos a recuperar el tiempo, con ayuda del Maestro Hora y su tortuga Casiopea.
Es una obra para niños a partir de 10 años aproximadamente, aunque es cierto que puede leerse antes y obviamente después. Por supuesto es un libro para adultos, ya que su mensaje no ha caducado y está más presente que nunca. Además, teniendo en cuenta que lo que deseo para este septiembre y el curso futuro es gestionar y valorar bien mi tiempo, ha sido una lectura obligatoria este verano.
Es una pena que no haya una edición ilustrada de esta obra o al menos que yo conozca en mi idioma. Tuve una hace tiempo que corresponde a la acuarela de este post, pero con tanta mudanza la he extraviado y ya no la editan. Así que me compré esta que no tiene ilustraciones.
Aquí os dejo algunas páginas que fotografié mientras lo releía con párrafos tan bonitos y reflexivos que bien valdrían enmarcarlos para tenerlos presentes cada día en nuestras vidas.



El primer destino en donde fui maestra leímos este libro durante un trimestre y lo terminamos preparando el desayuno que el Maestro Hora ofrece a Momo en la Casa de Ninguna Parte. El desayuno consistía en chocolate caliente con panecillos untados de mantequilla y miel, todo una delicia.
Por cierto, haciendo un poco de spoiler los hombres grises no se encuentran en el exterior sino en nuestro propio interior. Hay que aprender a sacarlos fuera.
